A mis allegados les he contado en más de una ocasión que uno de los productos que más costó introducir en el mercado, fueron las compresas higiénicas.
En aquel tiempo de principios de los años 70, el pudor impedía elevar el tono de voz para mantener una conversación comercial en una tienda, un colmado o en una farmacia y sobre todo si el producto que el vendedor ofrecía, estaba relacionado con la intimidad de la mujer.
Lo destacable de esta anécdota, eran las reacciones.
El farmacéutico, o el propietario o propietaria de un comercio, te cogía del brazo y te conducía a la trastienda, por si en aquel instante entraba algún cliente, al que la conversación pudiese ruborizarle.
Con voz casi imperceptible les explicabas que aquel innovador artículo, se había ideado con el fin de proporcionar comodidad a la mujer, mientras pasaba por el periodo de la menstruación.
Más o menos con cuidadosos gestos y estudiadas palabras, les comentaba algo así;…. está compuesto por una capa de algodón que al tiempo de ser el mejor absorbente, también repele el líquido, por tal motivo, hemos aplicado una doble capa de celulosa que actúa como esponja y se adapta perfectamente a las formas íntimas.
Aquel producto fue ganando cuotas de mercado y se estableció como una referencia imprescindible en todos los lugares dónde está permitida su comercialización.
Las empresas fabricantes han ido incorporando susceptibles modificaciones en las compresas higiénicas que han ido apareciendo posteriormente y es evidente que nuestra sociedad ya ha superado lejanos prejuicios.