El árbol de la vida
En todas las culturas, tradiciones y lenguajes en las que se nombra, significa fuente de vida y se relaciona con la sabiduría.
Lo conocemos como símbolo universal, aunque a través de la historia las diferentes religiones o razas lo mencionen con multitud de nombres distintos. El envoltorio y el interior es el mismo para todos.
Son elocuentes los documentos bíblicos desde el jardín del Edén con Adán y Eva, son infinitas las leyendas que hacen referencia al árbol de la vida, a la semilla semejante a la del ser humano, a nuestro entorno familiar y amistoso, a nuestra maduración y experiencia espiritual.
Las ramas se asemejan a nuestros numerosos caminos de éxitos algunos y otros de fracasos.
Se dice que cada uno tenemos nuestro propio árbol, al que tenemos que cuidar y al que estamos ligados estrechamente con los elementos; fuego, tierra, aire y agua.
Es nuestra fuente de energía y depende de como la utilicemos. En positivo siempre nos dará mejores resultados.
A través de sus raíces llegaremos al fondo de la tierra, nos nutriremos del agua. A través de las ramas percibiremos el fuego del sol, a través de sus hojas el aire para alimentar nuestros sueños.
En él se recogerá la memoria de lo que hemos sido cada uno de nosotros.